jueves, 9 de febrero de 2012

Lenguaje y relaciones humanas

Durante muchos años me he ido encontrando con que, pese a mi conocimiento superficial de éstos, los filósofos y lingüistas han intentado relacionar el “mundo de la realidad” con el del lenguaje.

¿Qué relación existe entre los dos? ¿Cómo es?

Que la realidad (o en su defecto, nuestra percepción de ella) condiciona el lenguaje, esto lo podría tener todo el mundo claro. ¿Es el lenguaje, pues, una manera de universalizar las percepciones individuales de la realidad para poder garantizar la comunicación entre las personas?

A primera vista parece que esta definición o cualquier otra (probablemente mucho mejor hecha) que expresara el mismo concepto estarían bastante aceptadas.

Aún así, ¿es solamente esto el lenguaje? ¿es unidireccional la relación entre la realidad y el lenguaje siendo, REALIDAD à LENGUAJE?

Escritores y filósofos se han cuestionado esta unidireccionalidad. Des de Nietzsche hasta Wittgenstein, que escribió: “Los limites de mi lenguaje son los limites de mi conocimiento” (frase que descubrí por casualidad en una taza de leche/té que encontré en casa) han planteado una duda que intentaré ejemplificar:

Los inuit tienen siete tipos de “color blanco”, siete palabras o conceptos que definen las distintas tonalidades del blanco. Nosotros, sin concretar demasiado, sólo tenemos uno.

¿Puede ser que la apreciación de la realidad sea más precisa para un inuit cuando se trata de percibir alguna cosa de color blanco?

La verdad es que no sé el grado de influencia, pero yo estoy de acuerdo con la afirmación de Wittgenstein. Creo firmemente que nos cuesta mucho más comprender las cosas que percibimos y para las cuales no nos han enseñado ninguna palabra concreta que las defina.

Es como si cuando más nos costase de definir una cosa mediante el lenguaje, más difícil fuese estructurarla y comprenderla en nuestra mente.

Tal vez el lenguaje no sea solo una herramienta de comunicación interpersonal, sino también una herramienta vital que necesita nuestro cerebro para organizar y procesar de una manera eficiente la información que nos llega, que captamos. Es, entonces, vital que tengamos un alto conocimiento del lenguaje y sus matices. Que leamos, que conozcamos distintas lenguas y que nos esforcemos a definir de una manera clara y concisa lo que pensamos.


Despues de este rollazo de introducción, llegamos al punto crítico que lleva tiempo haciéndome reflexionar: ¿Qué pasa con los sentimientos? ¿Qué pasa con las relaciones?

Es espectacular el inalcanzable número de palabras que usamos para definir conceptos y cosas, y la increíblemente limitada lista de la que disponemos a la hora de definir las relaciones entre personas y la base de éstas, los sentimientos.

Amistad, amor, odio, admiración… me sorprende que para una cosa tan y tan compleja y difícil como los sentimientos, tengamos tantas pocas palabras, conceptos básicos, llanos, demasiado puros, que nada tiene que ver con la infinidad de matizes que se dan a la vida real.

¿Amistad? Amistad es un término tan exageradamente amplio que prácticamente ya no define una relación. Al menos en mi caso, defino como amigos personas con las que lo comparto casi todo, para quién haría casi cualquier cosa, y también uso “amigos” para referirme a conocidos con los cuales simpatizo por carácter, por ejemplo. ¡Relaciones todas ellas, y conjunto de sentimientos implicados, muy y muy diferentes!

Incluso entre mis “grandes” amigos, con cada uno establezco unos vínculos diferentes, con cada uno tengo una relación motivada por una mezcla de sentimientos que no tienen porqué coincidir demasiado.

Pensad en vuestras amistades, la combinación de sentimientos compartidos… ¿Qué os hacen sentir? ¿Qué os aportan? Cada relación es un mundo, un universo totalmente diferente y especial. ¡Y todo esto sin hablar del hecho de que, con un mismo amigo, la relación y los sentimientos puedan cambiar con el paso del tiempo!

Así pues, ¿nos quedamos tan tranquilos definiéndolos a todos como amigos?

Puede ser. Creo que el hecho de que esté aceptado que una persona tenga muchos amigos ayuda a que estos errores conceptuales (o esta generalización excesiva) no comporten demasiados problemas.

Pero…¿qué pasa si hablamos del amor? ¿De las relaciones de pareja, de los “rollos”, de los “fuckfriends”, de los “amarillos (en referencia al libro de Albert Espinosa –El mundo amarillo)?

Aquí todo se complica. Se complica porque socialmente y a falta de un conocimiento mucho más profundo de las relaciones, tratamos a la amistad y al amor como un salto. Yo creo que, en cambio, la diferencia es totalmente gradual. ¿No es la amistad, de alguna manera, otro tipo de amor? ¿Qué diferencia hay entre una persona que te guste (no hablo de enamoramiento máximo) y un amigo? ¿Únicamente la atracción sexual?
La falta de conceptos para “afinar” relaciones nos perjudica porque nos obliga a poner en el mismo saco los sentimientos que te provocaba esa persona que te gustaba en la ESO, con los de la primera pareja “seria” que tuviste, con los del gran amor de tu vida o con los de esa persona poco conocida que siempre te ha hecho sentir algo especial.

Y, obviamente que entre todos estos ejemplos hay semejanzas. Pero, ¿no creéis que es una parte vital comprender que cada relación que habéis tenido, se clasifique como se clasifique, es un mundo totalmente distinto?

Yo creo que es vital entender-lo para poder comprender ciertos aspectos de la vida en pareja. También creo que es trabajo muy importante y nada fácil aceptar que las relaciones no son de un solo color (y por lo tanto, fácilmente definibles o clasificables) sino que son una mezcla infinita de colores y texturas donde se mezclan un montón de sentimientos distintos y de distintas intensidades.

¿Qué son los celos, si no el miedo al conjunto de sentimientos que alguien pueda despertar en tu pareja? Y frente a la imposibilidad de comprender-los ya que cada relación es un mundo, frente a la imposibilidad de canalizar y tratar correctamente los sentimientos generados (al estar nosotros fuera de la ecuación), ¿no es lo más sensato esperar y confiar en el criterio de tu pareja para “lidiar” con ellos, para gestionar estos sentimientos, es decir, esa relación?

Creo que todo es mucho más difícil de comprender (las relaciones, la mezcla de atracción y amistad, los antiguos amores, etc) si tenemos la cabeza estructurada en conceptos tan básicos, separados y poco resolutivos y realistas como AMISTAD, AMOR, etc.

Y quiero hacerme entender diciendo que ésta no es una reflexión sobre la relaciones de pareja, es una reflexión sobre las relaciones humanas, ya que pasa con la pareja, pero también con los padres, con la familia, con los grupos de amigos, con los hijos (supongo)…

Sinceramente, creo que debemos madurar y pensar en ello. Tal vez no hace falta ponernos a definir relaciones mediante nuevos nombres, como los inuit con el blanco. Tal vez tan sólo sea necesario pensar en ello, tener-lo presente, ser más flexibles y sobretodo más humildes como para comprender cómo de complejas y únicas son las relaciones entre las personas.

Y, así, tal vez podamos centrarnos más en disfrutar de nuestras relaciones con los demás. Las nuestras. Relaciones especiales, distintas y únicas que tan sólo esperan que las llevemos al siguiente nivel de comprensión, cualidad y belleza.

Oriol Talló Parra (Empezado durante el vuelo BCN-Edimburgo del 4-08-2010; 21:04 y terminado durante el vuelo Edimburgo-BCN del 11-08-2010; 24:16. Escrito en su totalidad durante los dos vuelos)